jueves, 4 de abril de 2013

CUENTO NUMERO 8


La gran aventura de Hugo

Empezaba un día como otro cualquiera en la vida de Hugo. Su mama vino a su habitación, como todos los días, levanto la persiana y abrió la ventana, como todos los días.¡¡Que frío!! Hugo no soportaba que mama hiciera aquello, pero los dos sabían que era la única forma de que se levantara de la cama en un "santiamén" como decía mama.
La mente de Hugo empezó a trabajar con rapidez, tenia que inventar algo para librarse del cole ese día, o al menos de la primera hora, ¡CONOCIMIENTO DEL MEDIO! ¡QUE HORROR! Hugo no aguantaba esa clase, y menos a primera hora, era como si dos enanitos se colgasen de sus parpados y tirasen hacia abajo con todas sus fuerzas. Ya le habían llamado la atención varias veces por dormirse en clase, y la historia de los enanitos no le hacia a mama ninguna gracia. "Siempre estas inventando cosas"
Y precisamente era el momento de inventar algo...dolor de barriga...dolor de cabeza...fiebre...no, todo eso lo había utilizado la semana pasada. Mama ya no se creía nada de nada, y ahí estaba, sacando la ropa del armario, quitándole el pijama, poniéndole la ropa, lavándole la cara, preparando el desayuno, preparando el bocadillo del  recreo...cuando Hugo quiso darse cuenta ya estaba montado en el coche y su mama lo llevaba hacia el colegio. Mecachis!! Definitivamente la mama de Hugo era una
supermama!
El profe llego puntual, el tampoco tenia fiebre ni dolor de barriga. "Empezamos nuevo tema: El sistema solar, pagina ciento veinticinco." Ni siquiera los dibujos de aquel libro eran divertidos...nada de aquella clase era divertido, Hugo creía que cualquier cosa era mas divertido que ser él en ese momento y en esa clase. Hasta ser un calcetín seria más divertido que ser Hugo. ¡Seria Hugo el calcetín! ¡Que idea más loca!
  
Mientras le daba vueltas a aquella idea, los enanitos de Hugo habían aparecido y tiraban con ganas de sus parpados, hasta que al final, consiguieron que Hugo se quedara dormido, escondido detrás del libro de Cono, ¡que suerte que fuera tan gordo!
Hugo abrió los ojos y echo un vistazo alrededor. Sin duda era su habitación, pero algo estaba raro, todo estaba hacia arriba, todo era enorme, y ¿que era aquel olor?
Poniendo un poco de atención, Hugo descubrió que estaba detrás de la mesilla, y no entendía porque ni como había cabido ahí. De repente se abrió la puerta y apareció
la supermama, con el cesto de la ropa sucia, recogiendo los calzoncillos de la cama, la camiseta de la silla, el pantalón del suelo, un calcetín entre los peluches y... mama miro a su alrededor, buscando algo, y entonces lo vio, vio a Hugo, y se acerco a el, lo cogió y lo echo al cesto. Entonces Hugo lo comprendió, se había convertido en un calcetín, y despues hizo otro descubrimiento, ¡olia fatal! A Hugo le pareció muy gracioso oler tan mal, ¡que cara ponía mama! ja, ja, ja. Aunque las risas acabaron pronto. Su viaje en el cesto de la ropa duro hasta la cocina,  donde le esperaba la lavadora, mama lo cogió junto con toda la ropa y lo lanzo hacia el bombo, yiuuuuu!! Mama pulso un botón y aquello empezó a llenarse de agua, "Oh, oh.." Lo del agua ya no era tan divertido...y ¿que era aquel ruido tan raro? El agua ya lo cubría casi entero, cuando de repente comenzó el terremoto, y el tambor de la lavadora empezó a girar a una velocidad que a Hugo le dio muchísimo miedo, pero era un calcetín, no tenia manos, y ¡no podía agarrarse a nada! y a que se iba a agarrar, ¿a su calcetín gemelo? Los dos daban las mismas vueltas. Hugo ya no sabia si iba o venia, si estaba arriba o abajo, todo le daba vueltas. Lo bueno de ser un calcetín es que no podía vomitar. ¡Que cara pondría mama si al abrir la lavadora todo estuviera vomitado en vez de limpio y reluciente! Sonó un pitido que acelero aun mas las vueltas de la  lavadora.
  
El agua se escapaba por aquellos agujeros, y Hugo se notaba algo mas seco, ¡aunque igual de mareado! Al fin aquel aparato paro. Hugo vio a mama asomarse por la ventana de la lavadora, y abrir la puerta. Cogió toda la ropa, incluidos los calcetines y los llevo a la ventana. Era la hora de tender. Hugo nunca había pensado que vivir en un quinto diera tanto vértigo. ¡Que alto estaba todo! Mama lo sujeto a la cuerda con una pinza, "¡AY!" ¡Que pellizco! Había mucho aire en la calle y Hugo  rezaba por que aquella pinza le agarrara bien fuerte. No contaba con que la ropa empezara a dar vueltas a la cuerda, y de repente un pantalón se echo encima de el,  empujando la pinza y haciendo que se soltara. ¡¡¡Socorro!!!
Hugo abrió los ojos con un susto enorme. "Señor Hugo, ¡no me diga que se ha vuelto a dormir!" Dijo el profesor de cono. Menudo alivio le dio a Hugo aquella bronca. Resulta que ser un calcetín no era tan divertido como parecía.

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